Saca al niño que llevas dentro 🎈

saca al niño que llevas dentro

Hace unos días me sorprendí a mí mismo en el parque, mirando jugar a los niños con absoluta entrega: riendo, persiguiendo una ardilla, girando en los columpios sin nada más que hacer que estar. Y en ese instante me pregunté: ¿cuánto abandonamos esa versión de nosotros mismos que se entregaba al momento, sin cálculo, sin lo que tengo que hacer”, sin filtro?

El gran error que aceptamos sin darnos cuenta

Vivimos acostumbrados a creer que madurar significa dejar atrás lo lúdico, lo espontáneo, lo auténtico. Creemos que estar serio, controlado, eficiente es lo “adulto”, lo “correcto”. Pero, ¿y si ese guion nos está restando humanidad, conexión y presencia?
Nos decimos: “Ya tengo responsabilidades, tengo que ser profesional, tengo que comportarme como adulto”. Y muchas veces relegamos la inocencia, el juego, el vivir el instante.

Lo que dice la evidencia (y lo que decía Aristóteles)

Hace más de dos mil años, Aristóteles ya nos decía que el fin último de la vida humana era la “eudaimonía” —-un término traducido a menudo como “felicidad” o “bien-estar humano”– pero que él entendía como vivir bien, según nuestra naturaleza y virtudes. proyectoscio.ucv.es+2Revistas UdeA+2
Según uno de los trabajos en castellano que analiza esta idea:

“La felicidad es el punto focal de la ética aristotélica: las virtudes, las decisiones, los actos voluntarios; todo se dirige a ella como a un fin.” proyectoscio.ucv.es
Y otro lo resume así:
“Hacer y vivir bien” es la sencilla y al mismo tiempo difícil definición que Aristóteles da de esta peculiar felicidad. El Debate
En otras palabras: no se trata únicamente de acumular placeres o éxitos externos, sino de desplegar lo mejor de nosotros mismos en la acción, en los vínculos, en la presencia.

Entonces: si vivir bien es la meta, ¿por qué dejamos fuera el juego? ¿Por qué imaginamos que “ser adulto” equivale a dejar atrás lo lúdico?

Por qué jugar sigue siendo imprescindible para los adultos

Enfoque lúdico-social

Jugar no es sólo para niños. Desde la psicología social y del desarrollo sabemos que el juego mantiene vivos ciertos circuitos humanos esenciales: exploración, descubrimiento, espontaneidad, creación de vínculo con otros sin agenda oculta. En un artículo en castellano se afirma que:

“Jugar nos permite la libre emergencia de nuestro ser, de lo que necesitamos sacar y expresar, se abre nuestra espontaneidad alineando mente, emoción y cuerpo.” Psicología y Mente
Otro medio recoge que “el juego en adultos está especialmente indicado para aliviar periodos de estrés y ansiedad”. Newtral
Desde la sociabilidad, jugar favorece conexiones menos estructuradas, más auténticas; reduce la distancia jerárquica (persona adulta–niño, jefe–empleado) y crea espacios de equidad, disfrute y presencia.

Enfoque bioquímico

Además de lo social, el juego tiene efectos fisiológicos claros: al jugar se liberan neurotransmisores como la dopamina, que favorecen el ánimo, reducen el estrés y mejoran la motivación. Según un artículo sobre los beneficios del juego en adultos:

“Durante el juego, nuestro cuerpo libera endorfinas, lo que nos ayuda a relajarnos y sentirnos más felices.” alaraiz.com+1
La activación de estos sistemas químicos no es banal: contribuye a un mejor estado del sistema nervioso autónomo, favorece la resiliencia frente al estrés, y mejora la creatividad y la claridad mental cuando volvemos al “modo adulto”.

¿Y si recuperaras al niño que dejaste atrás?

Imagina por un momento:

  • Dejar sin plan una tarde solo “por ver qué pasa”.
  • Reír hasta que duela, sin preocuparte por la imagen.
  • Jugar —sí, jugar— aunque nadie te vea.
  • Sentarte en el columpio, empujarte solo, sentir el aire en la cara.
    Porque no se trata de huir de la adultez, sino de integrarla con una parte nuestra que nunca mereció
    Ese niño o niña interior que sabía estar en el presente sin la necesidad de controlarlo todo.
    Cuando lo hacemos, regalamos a nuestra mente, a nuestras relaciones y a nuestro propósito un espacio de frescura, de creatividad, de libertad.

Ejercicio práctico para asentar la idea de jugar

Objetivo: Reconectar con el aspecto lúdico de ti mismo-a y abrir un pequeño espacio diario de libertad.
Instrucciones:

  1. Elige mañana o tarde, durante los próximos 7 días, un bloque de 15 minutos reservado exclusivamente para jugar. Sin teléfono, sin agenda, sin interrupciones.
  2. Durante esos 15 minutos, realiza una actividad que te parezca divertida, inesperada o simplemente absurda: puede ser jugar con una pelota, dibujar sin plan, improvisar un “mini desafío” contigo (como ver cuántas posturas puedes cambiar en un minuto), saltar, girar, bailar, salir a la calle sin rumbo y girar sobre tú mismo, lo que sea que te dé un impulso de ligereza.
  3. Al terminar, dedica 2 minutos a preguntarte:
    • ¿Qué sentí?
    • ¿Qué parte de mí se activó?
    • ¿Qué pienso de volver a hacerlo mañana?
  4. Al final de los 7 días, escribe un breve párrafo (5-6 líneas) sobre lo que ha cambiado: ¿he recuperado algo? ¿ha sido difícil darme permiso? ¿qué ha surgido en mi mente, en mi cuerpo, en mi relación con otros?

Consejo: Trata este tiempo como un “mini ritual” amable contigo mismo-a. No lo interpretes como “ha de ser productivo” sino como un gesto de humanidad, de cuidado, de conexión con esa parte tuya disponible para el juego.

Cierre-martillo:

El niño que llevas dentro no es un obstáculo para tu grandeza: es la fuente silenciosa de tu humanidad.

Si te resuena, libéralo. Con cuidado, con ternura, con intención.

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